Artículo de Vincent Olivier - L'EXPRESS - http://bit.ly/2oi544F
Me gustaría volver aquí a otro enfoque interesante del libro que mencioné en mi publicación anterior. Es “la fantasía de lo peor”, un enfoque imaginado a principios de los 90 por dos psicoterapeutas, un estadounidense, Paul Watzlawick , y un italiano, Giorgio Nardonne . A priori sorprendente, incluso contraria a la intuición, esta técnica me parece muy relevante y puede ser sumamente eficaz cuando se experimenta una sensación de miedo, pánico incluso ante una situación desconocida y desestabilizadora.
De qué se trata ? Tomemos el caso de un empleado a quien su superior inmediato le encomienda una importante misión, y que teme no poder cumplir con sus expectativas: “Al principio, hará todo lo posible por no pensar en ello porque el simple hecho de contemplar el fracaso los pone en una estado de estrés intolerable, explica Claude de Scorraille, cofundador de la consultora LACT . Pero pensar en no pensar en algo es, en sí mismo, mentalmente agotador. ¡Especialmente porque cuanto más (no) pensamos en ello (no), más lo pensamos! En lugar de disipar la ansiedad, la alimenta una y otra vez. Como resultado, el empleado en cuestión duda de sí mismo hasta el punto de no saber cuál es la verdadera amenaza: ¿estar equivocado? Fallar ? ¿Decepcionar? Y acaba paralizado por un asunto que le supera. »
Aquí es precisamente donde entra Claude de Scorraille: ella le ofrecerá experimentar la fantasía de lo peor, ¡y esto, de manera voluntaria y repetida! En este caso, se trata pues de considerar un posible fracaso de la misión examinando las consecuencias más terribles posibles: convertirse en el hazmerreír de los compañeros, soportar el oprobio general, ser convocado por el gran jefe, retrógrado. Incluso, ser despedido de la noche a la mañana sin compensación. Quedarse desempleado de larga duración. Para sufrir vergüenza y deshonra. Perder el balance. Divorciar. Encuéntrate en la calle.
¡Detener! Detengámonos un momento en esta secuencia dramática e insoportable. ¿Todo esto necesariamente va a suceder? ¿"Yo" realmente lo dice en serio? Al activar la máquina de especulación de esta manera, ¿no me estoy asustando a mí mismo? Y cediendo así a la tentación de la omnipotencia. Porque en el fondo, creer que mi fracaso, por difícil que sea convivir con él, traería tales consecuencias, es también creer que la empresa recaería enteramente sobre mis hombros. Para bien (si lo logro), para mal (si fracaso).
Y ese es todo el sentido del proceso: distinguir entre lo real y lo imaginario, enfrentar los propios miedos aceptando la propia vulnerabilidad, distinguir entre lo que me pertenece y lo que no me pertenece. Y, como resultado, recuperar la confianza. Sale, una vez superada esta prueba -porque es una, dolorosa, desestabilizadora- para ir a ver a su jefe. Para contarle al respecto. Dile la angustia de no estar a la altura. O incluso pedirle consejo. ¿Polluelo?…