Entrenamiento en terapia breve: identificación de la lógica subyacente

Ante un peligro potencial, un miedo, una dificultad, la persona ejercerá una acción voluntaria sobre una situación/un sentimiento, que no le conviene, que tendrá que hacer y sobre la que no tiene el control... no totalmente de todos modos. Reaccionar de manera paradójica es querer ejercer una acción para controlar elementos fundamentalmente incontrolables tales como: la propia conducta, los propios pensamientos, las propias cavilaciones mentales, el propio cuerpo, las propias emociones, los demás, el mundo,... El intento de controlar entonces hace perder el control y reinicia la acción de control. El control ineficiente se manifiesta en cosas como cavilaciones, pensamientos obsesivos, estrés, agotamiento y desánimo.  

Las creencias tienen su utilidad en la coherencia que dan a nuestras interacciones con nosotros mismos, con los demás y con el mundo (Wittezaele, Nardone, 2016, p. 130). Se basan en la retroalimentación y nos permiten ajustar nuestro comportamiento de forma evolutiva. Sin embargo, es posible que se endurezcan y que el proceso sea al revés: son las creencias las que luego dictan el curso de acción, haciéndonos perder toda capacidad de discernimiento. “Es tal y tal. Este es el tipo de proposición que nos repetimos innumerables veces. Creemos que estamos siguiendo el curso de la naturaleza una y otra vez, y solo estamos siguiendo la forma a través de la cual la vemos”. (L. Wittgenstein) Ya sean imaginarios o fruto de nuestras experiencias, no pueden cuestionarse racionalmente y se alimentan de intentos de contestación. Nos aíslan y dificultan el restablecimiento de interacciones funcionales.  

En los trastornos de perfeccionismo y autotrascendencia, el miedo es la emoción dominante. Sin embargo, los pacientes pueden tener diferentes lógicas de TSR (Chiodini, Meringolo, Nardone, 2020). Algunos tratan de minimizar su miedo anticipando peligros/dificultades potenciales. Sin embargo, al desarrollar la ilusión de control total cuando solo dominan lo que han planeado, se vuelven "robustos pero frágiles" (término acuñado por John Doyle - robusto pero frágil) y pierden efectividad ante lo inesperado. A otros, el miedo al fracaso les lleva a evitar asumir sus responsabilidades delegando o postergando sistemáticamente (a veces hasta desistir) la acción. Los últimos se lanzan de cabeza a la acción, en busca de lo inaccesible, y corren tanto el riesgo de no llegar nunca a la meta (y por tanto de agotarse) como el de no ver (y aprovechar) las oportunidades que les ofrece la vida. Habitados por el miedo a perder el control, pueden verse inducidos a aislarse de sus emociones, a no poner límites y a no capitalizar sus experiencias.  

Paradójicamente, el hecho de querer controlar sus acciones, sus pensamientos y sus emociones les hace perder el control y les lleva a querer controlar aún más, encerrándolos en un círculo vicioso del que no salen ilesos. Entonces es necesario llevarlos a un mejor control y desarrollar una forma de resiliencia dando sentido a lo que les está sucediendo. “La persona resiliente no reacciona con impetuosidad, no lucha con valentía para no sucumbir pero refuta la idea de que el hecho ocurrido es una variable incontrolable en su vida. Adoptando diversos enfoques, coloca el malestar, el trauma e incluso la catástrofe en una dimensión significativa que le permite avanzar. (Chiodini, Meringolo, Nardone, 2020, p 47).  

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